San Teodoro de Heraclea
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San Teodoro
Fue capitán de soldados. Ejerció el mando en tiempos del emperador Licinio. Murió mártir, en Heraclea, por el año 319, defendiendo la fe y sabiendo anteponer a su lealtad de soldado la preeminencia de obedecer a Dios.
Muchos consideran los relatos como producto de la fábula. No es para menos.
Porque dicen que pasaba su valiente vida librando las tierras de alimañas, monstruos y dragones. Y donde se resalta su condición de hombre de fe es en una de las caminatas que hacía el emperador visitando el imperio, revisando sus fuerzas militares y comprobando el estado de las posiciones.
En una ocasión, lleva consigo todas las imágenes idolátricas de los dioses romanos. Eran ricas y minuciosamente trabajadas por los artistas. Quería donarlas a sus tropas para que le sirvan de protección en las campañas.
El capitán Teodoro hace los honores del recibimiento. Luego, de modo ingenuo y servicial, pide permiso al emperador para que las estatuas de los dioses paganos sean depositadas en las dependencias de su casa con el pretexto de custodiarlas y perfumarlas. Así -aseguraba con pillería, según cuenta la leyenda- estarían más vistosas a la hora de ser presentadas al gran público.
Y lo más ocurrente es que, habiendo accedido el emperador, cuando las tenía en su casa, destruyó las imágenes de los dioses falsos, obtuvo el oro que las recubría y posteriormente lo donó a los pobres para remediar sus miserios
Excuso contar el final de la historia cuando se enteró el emperador.
Muy fino San Teodoro, pero a su finura bien podría aplicársele esta frase del poeta John Dryden
“Este es el destino común de los astutos: hacer sus dibujos tan sutiles que se rompen por su misma finura”
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