MIÉRCOLES
EVANGELIO
Jesús y los discípulos llegaron a Betsaida.
Le trajeron un ciego, pidiéndole que lo tocase. Él lo
sacó de la aldea, llevándolo de la
mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y
le preguntó: «¿Ves algo?» Empezó a distinguir y dijo: «Veo
hombres; me parecen árboles, pero andan». Le puso
otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba
curado y veía todo con claridad.
Jesús
lo mandó a casa, diciéndole: «No entres siquiera en la aldea».
Marcos 8, 22-26
COMENTARIO
Jesús realiza una pequeña travesía costera de unos dos
kilómetros y se dirige a Betsaida. Betsaida significa «casa de los pescadores».
Era una aldea de pescadores situada al norte del Lago de Genesaret.
Probablemente fue la patria chica de apóstoles tan importantes como Pedro,
Andrés y Felipe. En esta aldea de pescadores Jesús realizó muchos signos que
admiraron a aquellas sencillas gentes, pero sin llegar a convencerles.
Cuando leemos este pasaje nos surge una pregunta: ¿Por
qué el ciego recupera la vista en dos momentos y no de golpe, como ocurrió con
el sordomudo (Mc 7, 31-37)? Algunos autores realizan una interpretación
«oftalmológica» y se inclinan a pensar que el ciego va recuperando
progresivamente la vista física. En un primer momento vería defectuosamente a
causa del tiempo que llevaba sin percibir nada, lo que le impedía reconocer las
cosas como realmente eran. Luego, recuperaría la vista de una manera definitiva
y vería las cosas como “realmente eran”. Sin embargo, el evangelio no suele
estar preocupado por presentar datos médicos o biológicos tal como hoy los entendemos.
Marcos intenta restar importancia «milagrera» a las
curaciones que realiza Jesús, y suele convertir estos gestos curativos en
símbolos que expresan procesos que deben vivir los cristianos de las primeras
comunidades.
Este relato fue utilizado simbólicamente por los
primeros cristianos para expresar el camino de la fe. Un escritor cristiano de
los primeros siglos, llamado Teofilacto, comenta este texto utilizándolo como
símbolo del itinerario de la fe: El creyente no logra ver con total claridad
desde el primer momento en que le hablan de Jesús. La acción repetida de Jesús
para curar del todo al ciego, indica el proceso largo y duro que siguen los
creyentes hasta alcanzar el conocimiento pleno y correcto de la fe.
El cristiano entiende su camino de fe como un largo
proceso en el que todo se desarrolla paulatinamente. Estamos muy habituados a
querer conseguir un conocimiento pleno de Dios y de la vida, de golpe. Por ello
el cristiano, consciente de sus límites humanos, se sabe en camino y acude a un
proceso personal y comunitario.
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