MARTES, 3 de enero
EVANGELIO
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús
que venía hacia él, exclamó: “Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está
por delante de mí, porque existía antes que yo». Yo no lo conocía pero he
salido a bautizar con agua, para que sea manifes- tado a Israel”. Y Juan dio
testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una
paloma y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar
con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él,
ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo» Y yo lo he visto, y he dado
testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
COMENTARIO
Cuando celebramos la eucaristía, poco
antes de la comunión, exclamamos por tres veces: “Cordero de Dios que quitas el
pecado del mundo...”. Tal vez nunca o casi nunca nos hemos detenido a
reflexionar el contenido de ésta extraña expresión: llamamos “cordero de Dios”
a Jesucristo y le atribuimos la capacidad de quitar “el pecado del mundo”...
El pueblo de Israel estaba familiarizado
con imágenes de cabritos y corderos rituales: En el tiempo en el que era
nómada, existía el ritual del «cabrito expiatorio»; un cabrito al que se
cargaba simbólicamente con todos los pecados del clan, para luego abandonarlo
por el desierto con la esperanza de que con él, desaparecieran los peca- dos y
defectos.
En el templo de Jerusalén se sacrificaban
(degollaban) diariamente dos corderos en el sacrificio de la tarde. Estos dos
corderos eran inmolados para expiar y borrar los pecados del pueblo de Israel.
También existía el cordero pascual, al que se sacrificaba y comía en cena
ritual duran- te la noche de Pascua.
Es probable que los primeros cristianos,
al equiparar a Jesús con el «Cordero de Dios», estén pensando en un texto de
Isaías 53,7 en el que se habla del Mesías como Siervo de Yahvé. Este «Siervo de
Yahvé» llevará los pecados de su pueblo, sufrirá con sus gentes, asumirá los
defectos de los suyos... y será llevado al matadero, como un cordero, sin abrir
la boca. Valiéndose de la imagen del Siervo de Yahvé, las primeras comunidades
cristianas expresan quién es Jesús para ellas. ha comenzado Jesús su ministerio
y ya el profeta Juan Bautista anuncia que Jesús de Nazareth será entregado como
un cordero inocente para librarnos de nuestros pecados. La fe cristiana recurre
a esta imagen para expresar la misericordia de nuestro Dios, sencillo y cercano
a las personas. La expresión «Cordero de Dios» nos recuerda aquellas palabras
pronunciadas por Jesús: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón»
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