EVANGELIO
Se apareció Jesús a los Once y les dijo:
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y
se bautice se salvará, el que se resista a creer será condenado. A los que
crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán
lenguas nue- vas, agarrarán serpientes en sus manos y, si beben un veneno
mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán
sanos».
COMENTARIO
Nunca pasa desapercibida la fiesta de la
Conversión de San Pablo. San Pablo fue un explorador. Él hizo en su propia
historia lo que después convirtió en trabajo evangelizador para la Iglesia de
Jesús.
Como veíamos el domingo pasado, Pablo se
puso en camino hacia la tierra “gentil” que había dentro de su corazón. Era
judío, desde luego, pero tan lleno de ley que no le cabía Dios. Por eso "se hizo" gentil..., porque no le cabía Dios en su vida. ¿Quién convirtió a quién...el judio al gentil o el gentil al judío?
Sólo cuando él hizo la experiencia de la
gentilidad, se desenredó de la ley y comenzó a caminar, admitió al Padre como
compañero y caminante junto a él.
Y Pablo, explorando su corazón, aprendió a
explorar otras tierras, otras maneras de transmitir la experiencia de Dios. Buen testimonio el de este hombre, que
nos pone sobre aviso del riesgo de convertirnos en exploradores de la nada si
antes no nos hemos llenado del Todo en nuestra vida.
La misión empieza en nuestro propio
corazón, nos hace humildes y nos prepara para el viaje. Y siempre con los dos
instrumentos que, como armas de la
fe, incorporó Pablo a su persona: la fidelidad y la libertad. No pueden ir una
sin la otra, son el anverso y el reverso, las dos caras de una moneda; libertad,
como el valor que mejor define la dignidad del ser humano, y fidelidad, como la
grata experiencia de saberse referido a Alguien que es garantía de nuestra verdad
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